Super-hijo vs hijo-niño

En la época actual se idealiza el éxito fácil, el consumo, el poder y la imagen; el exceso de información en ritmos vertiginosos.

Muchas veces, en tiempos inestables, los padres sienten el temor de que sus hijos queden excluidos en el futuro en el campo laboral, fuera de la cadena productiva. Entonces, se les propone un exceso de actividades “formativas”. Son niños que tienen “la agenda completa”: doble jornada escolar más clases de música, idioma y deportes, por ejemplo.

Subyace el deseo de construir un “super-hijo”, como si se construyera “la mejor máquina” y no una persona, perdiendo de vista la singularidad y la subjetividad.

En el niño, el juego cumple una función privilegiada para elaborar las situaciones difíciles, permite tramitar el sufrimiento; sin embargo muchas veces se deja de priorizar el tiempo de juegos y cuentos para convertirlo al niño en una máquina  en constante  preparación para el “éxito”, característica propia de la sociedad competitiva como la que vivimos.

Se pierde de vista la importancia de un espacio lúdico, un momento de juego; pareciera que el ocio, tan necesario, tiene mala prensa. No hay espacio para la falta, no hay espacio para la libre creación, no hay espacio para el surgimiento del deseo.

Conforme a los ideales de la época, los adultos se sienten vivos y potentes a través del consumo desenfrenado. Buscan acumular bienes, más que profundizar vínculos o producir actos creativos. Esto puede llevar a los niños a situaciones difìciles, en que quieren apropiarse de cualquier modo de aquello que sería un símbolo de la felicidad, que otorgaría poder o un lugar de reconocimiento. Es esencial la posición de los padres al buscar acotar este goce epocal.

Equipo de Comunidad