Mesas 2024
26/11 – Capitalismo del yo
22/10 – Vicisitudes del lazo social: rupturas y articulaciones
27/8 – Subjetividad y neofascismo
25/6 – El odio: del discurso a la praxis
28/5 – Los monstruos nuestros de cada día
30/4 – Colonización de las subjetividades: horizontes y fronteras
Mesas 2023
31/10 – Democracia en tiempo de incertidumbres
29/8 – El otro, el odio y el semejante en democracia
27/6 – Psicoanálisis y Democracia: resistencia y potencialidades
30/5 – Poder mafioso en democracia. Expresiones de lo perverso
25/4 – ¿Qué subjetividad construye nuestra democracia? 40 años
Fundamentos e ideas para su realización
“Estimado señor Einstein: “...esperaba que usted elegiría un problema próximo a los límites de nuestro actual conocimiento, un problema ante el que cada uno de nosotros, el físico como el psicólogo, pudiera labrarse un acceso especial […] Pero luego comprendí que usted no planteaba la pregunta en tanto que investigador de la Naturaleza y físico, sino como amigo de la Humanidad […] Además, reflexioné que no se me pedía la formulación de propuestas prácticas, sino que sólo había de bosquejar cómo se presenta a la consideración psicológica el problema de prevenir las guerras.” (FREUD, Sigmund. Viena, Septiembre de 1932)
Puestos en la coyuntura de elucidar temáticas de actualidad, la más de las veces nos encontramos con una sorpresa semejante a la de Freud, sino mayor por cuanto no disponemos de su osadía ni capacidad.
Es claro que cuando algunas problemáticas golpean la puerta de las instituciones psicoanalíticas pidiendo alguna intelección válida, no están delineados los puentes que permitan el abordaje de la cuestión. “La gente se siente insegura”, “hay violencia en la sociedad”, “crecen el desempleo y la pobreza”, “debería legalizarse el aborto?”, son enunciados que se vuelcan a la mesa de trabajo con la intensidad del reclamo, la angustia, la falta de explicaciones o las suposiciones prejuiciosas, lo que por momentos nos abruma y si avanzamos nos compromete en temas que se encuentran ya tramados en discursos políticos o periodísticos tanto como desde banalidades televisivas sin sustento pero con rating.
Cuando el psicoanalista se anima a exponerse en los medios buscado en procura de respuesta a cuestiones candentes, es a menudo criticado por la falta de rigor con que expresa sus ideas o la complejidad de las mismas, cuando estas deben adaptarse a una audiencia de muy variados niveles de comprensión y conocimiento. Ante esa crítica de pares y la exposición pública, tal empresa es esquivada con lo cual terminamos eludiendo la genuina necesidad de los legos ante algunas formas en que se expresa el padecimiento colectivo y que bien pueden adquirir algo de entendimiento a partir de nuestra perspectiva disciplinar.
Esa diversidad de padecimientos puedo grosso modo expresarse en términos del malestar en la cultura. Dicho malestar puesto a pensar en términos de la psicopatología, sistematización tomada de prestado del quehacer médico, deja de lado los formatos no individualizados o aquellos cuya sintomatología no se visualiza como enfermedad. Además los malestares cambian con las épocas. Muchos de los modos de discriminación que son cuestionados y hasta denunciados en nuestro tiempo, constituían rasgos normales de comportamiento y de relación entre sujetos en épocas anteriores (vg. actitudes machistas y misóginas, destrato y maltrato a la niñez). Y desde luego ocurre otro tanto en sentido contrario, lo que antaño se perseguía como rasgo de anormalidad y hasta inmoralidad, resulta incluido ahora.
¿Qué es pues malestar para el psicoanálisis?
Freud identificó tres fuentes de malestar: el propio cuerpo, las fuerzas de la naturaleza y la relación con los otros. A esto cabría agregarle un ítem paradojal: la propia cultura vuelta tanática para la existencia humana responsable a su vez de crearla. Aún en tiempos de Freud se podía hablar de una tecnología manejada al servicio de intereses que podían utilizarla como herramienta violenta de dominación de unos hacia otros. Pero no se tenía plena conciencia de lo que vino después: una tecnología desmadrada capaz de hacer desaparecer el planeta, destrozando la naturaleza, intoxicando los cuerpos y masacrando cruelmente a semejantes.
Hoy somos contemporáneos de fenómenos que no sólo son difíciles de explicar sino también sentimos que superan cualquier intento de transformación.
Es decir, si en tiempos de Freud podría aspirarse a que el progreso científico augurase la resolución del malestar, en la actualidad esa esperanza es puesta en términos de utopía irrealizable.
De todos modos como “amigos de la Humanidad” corresponde que hagamos nuestra parte. Es decir, hay un plano ético insoslayable que exige poner nuestro saber al servicio de la sociedad.
Este plano ético que define nuestro íntimo compromiso social como psicoanalistas no puede soslayar la consideración de lo político que está en juego, por cuanto lanzarse a la arena del debate donde como decía Freud, se enfrentan el derecho y la fuerza, merece una mínima reflexión acerca del lugar desde el cual uno habla y aquel al que se dirige. Lugares que queramos o no están signados por ideologías y pujas de intereses. Por ejemplo no podemos desconocer que temas como el de la despenalización del aborto van a ser leídos por nosotros desde una posición intelectual cuyos fundamentos científicos y filosóficos definen un perfil ideológico, y al mismo tiempo llegarán a oídos de personas imbuidas de creencias religiosas y de clase social que quizás vean ofendidos sus principios.
Creemos que es una responsabilidad como psicoanalistas y como institución psicoanalítica adentrarnos en algunas temáticas de actualidad que se manifiestan como malestar en la sociedad. De ahí que hayamos pensado en la idea de un ciclo sobre “El Malestar en la Cultura” propuesta que va a requerir de un cuidado especial en la elección de temas, disertantes y dinámica de exposición y debate.
Notas de los malestares en las culturas actuales. Acordes y disonancias de un tiempo desafinado
El malestar se revela en carencias y excesos. Vemos por ejemplo excesos en las infancias vulneradas por abuso, la medicalización, el consumismo, la violencia, la corrupción, el despilfarro. Tendencias que en algunos casos se van naturalizando y adquiriendo un semblante de normalidad. Así vemos niños y niñas adultomorfizados en su vestimenta y costumbres, adolescentes intoxicados para entretenerse, cronogramas de protestas semanales, denuncias de todo tipo y a todo nivel.
A la vez nuestra sociedad va declarando viejos algunos atavismos inconducentes. Lo que desde viejos imaginarios era catalogado como expresión de una decadencia de las costumbres y la moral pública, es ahora cada vez más aceptado como las diversas formas en que se constituyen y se despliegan las subjetividades. Así pues las figuras, los modos, las morales correspondientes al patriarcado, que adquiere encarnadura por ejemplo en el machismo, van perdiendo predicamento. También la objetalización de la que fue y es víctima la mujer es denunciada y cobra visibilización en los discursos actuales. Paradigmas que han regido también a las infancias foco de maltratos y construcciones de sentido patriarcales. Mujeres y niños como objetos, posesiones, inferiorizados. Una objetalización también promovida por el consumo y los mercados.
Respecto de los excesos constatamos pues diferentes modos de presentación. Lo que cabe puntualizar además en el análisis son las maniobras actuales de invisibilización y naturalización en gran medida relacionadas con la desmentida.
Recordemos que para Laplanche y Pontalis la desmentida, renegación/Verleugnung es el término utilizado por Freud “como modo de defensa consistente en que el sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción traumatizante”. Al relacionar la desmentida con el fetichismo nos dice “que las dos actitudes del fetichista, renegar la percepción y reconocer la carencia, persisten toda la vida una junto a la otra, sin influenciarse recíprocamente. Esto puede llamarse escisión del yo.”
Para Octave Mannoni se relaciona con el tema de la creencia. Considera que ante todo lo que es repudiado es el efecto que una realidad inflige a una creencia. Distingue cómo se observa este mecanismo en el niño, en el adulto neurótico, en el fetichista, en la situación analítica, etc. Destaca muy especialmente la función del crédulo, necesaria para el sostenimiento de una creencia que de otro modo sería destituida por la percepción de la realidad y resume el mecanismo de la desmentida con la fórmula: “ya lo sé…pero aún así”
¿Cuáles son las consecuencias del uso y abuso de la desmentida en la actualidad? ¿A qué se debe su masividad? ¿Cuáles son las creencias comprometidas?
Acaso el mandato social de un bienestar seguro de acuerdo a los modelos imperantes y los nuevos credos posmodernos (consumir, ser feliz, no sufrir, ser eternamente joven, etc.) nos fuerza a desconocer el sufrimiento, el malestar, el padecimiento. Freud alertaba contra esa tendencia humana a sostener la ilusión de un estado de felicidad asequible lo que obliga a ocultar el dolor e imponerse conductas pseudo saludables. Antes bien consideró que el psicoanálisis nos podía ayudar a pasar “de la miseria neurótica al infortunio de la vida”.
La vida actual exalta un modo subjetivo propenso a la desmentida de su malestares cotidianos, a la intolerancia a la frustración. Nuevos modos de producción de subjetividad cunden y también nuevos ordenamientos sociales.
El filósofo surcoreano Byung Chul Han nos dice que “la sociedad disciplinaria de Foucault, que constaba de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento” (HAN, B-C. La Sociedad del Cansancio 2012. p. 25).Y agrega que “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”.
Entonces ¿qué es traumático para las nuevas subjetividades? ¿Qué excesos no es posible tramitar? ¿Se deben a una sobre estimulación y/o también a retrocesos en el valor de la simbolización en un mundo dominado por la imagen? ¿Cómo retorna la realidad desmentida? ¿Qué ocurre con las angustias aplazadas por la desmentida?
Pero así como hay excesos es preciso advertir las carencias que muchas veces le son complementarias o consecuentes y sobre las que también recae el espejismo de la desmentida. Condiciones que asolan nuestra sociedad como la pobreza, el hambre, la indigencia, la desocupación, el analfabetismo, la desnutrición, la falta de viviendas, las epidemias, etc. pueden y deben también contar con nuestra lectura aún cuando, como decía Freud sean problemáticas que parezcan ajenas o alejadas de nuestra especialidad.
Viejas y nuevas herramientas para enfrentar el malestar
Ahora bien. Si hasta aquí hemos detectado los nuevos malestares y los efectos subjetivantes de las culturas contemporáneas, ¿qué herramientas proponemos para superar las nuevas ilusiones y el poder perentorio de la desmentida?
Baruch Spinoza, ese militante de la razón del siglo XVII quien junto con Descartes se animó a contradecir los poderes académicos, culturales y religiosos de su tiempo, hablaba de las pasiones alegres. Para Enrique Carpintero [1] “La filosofía de Spinoza es una filosofía de la acción […] donde “el esfuerzo ético consiste en transformar las pasiones tristes en pasiones alegres y éstas en acciones. Es decir, pasar a una mayor potencia que es a la vez un progreso en la escala del conocer.” ¿Es acaso ingenuo considerar la importancia de la alegría?
Justamente Ricardo Rodulfo nos va a decir que la angustia y la culpa, desde nuestra cosmovisión judeo cristiana, han dominado el panorama de emociones del psicoanálisis y que para él “una cura no solo puede ser que el paciente este menos angustiado o que se sienta menos culpable, menos propenso a la culpa también debería ser que la capacidad del paciente para la alegría crezca, se desarrolle significativamente en la cura, que el humor que no es un opcional como es opcional de los autos, “ con o sin humor”, sino que la dimensión del humor en un paciente hasta cambia el pronóstico que nos hacemos de él. Y si tiene capacidad y uno reconoce en él potencial para el humor es distinto que si no.” [2]
Podemos dar lugar a la ternura, esa apasionada afección que nos contacta, nos acerca y nos une fue motivo de reflexión de Fernando Ulloa. Cristian Varela recuerda que Ulloa sabía “entender el psicoanálisis como una teoría del ‘sujeto’ que es siempre sujeto social”. Aunque no diga expresamente que se es sujeto (social) por mediación de la institución, plantea eso mismo cuando se refiere a la ternura como a una institución. En el maternaje primario las pulsiones del sujeto infantil son inhibidas en sus fines, al tiempo que se verifican como inhibidas las propias pulsiones de la madre. La ternura opera así como lenguaje del cuerpo que funda al sujeto y abre las puertas para la inscripción de las demás instituciones de la cultura.” [3]
Raúl Yafar oponiendo la ternura a la crueldad nos va a decir que esta “tiene un ritmo que ama la pausa y contiene una secuencia compleja de afirmación que, tras inmovilizar por un momento al sujeto, lanza a lo que surge en expansión.”[4]
Toda época propone ilusiones como eje vertebrador del porvenir subjetivo. A su vez, las ilusiones colectivas generan lazos sociales. ¿Hay un desvanecimiento de las ilusiones en la actualidad o su consistencia las hace tristemente transitorias?
Y las instituciones que se constituyen para garantizar algo del goce de lo ilusorio, la educación, el orden, la gobernabilidad, el conocimiento, la salud, ¿cómo quedan sostenidas en este endeble andamiaje cultural?
Estamos por tanto ante subjetividades en el desamparo, sin verdades consistentes, ilusiones prometedoras ni colectivos con la fuerza para construirlas. Acaso no es esto propicio para las crisis de angustia actuales, banalmente denominadas ataque se pánico?
Cómo impacta esto a nivel del ideal del Yo y de la constitución del narcisismo?
Si recurrimos nuevamente al filósofo coreano Byung Chul Han es para comprender que esa sociedad que vigila y castiga ya no corre en la actualidad. Se necesita ahora la promesa del poderlo todo. Antes por fuera quedaban los delincuentes, ahora los que caen por fuera hacen cuadros depresivos.
¿Qué activa el “tú puedes”?: la ilusión de libertad (falsa) al mismo tiempo que promueve la desmentida de la castración. El tú puedes de la meritocracia es una variante penosa del solipsismo y la desligadura del nosotros planteados como valor.
Libertad siempre es en relación a estar con otros. La mayor distancia de los otros da mayor libertad? Se relaciona esta falacia con el concepto de red social, en donde la sensación es la de no necesitar a nadie. El yo es enaltecido en forma delirante y se promueve lo narcisista
Si hemos incursionado en la temática ha sido por lo atrapante y porque deseamos transmitir su importancia. Quisiéramos continuar el debate y proponer a nuestra institución aventurarnos en un ciclo que lleve por nombre Malestar en la Cultura y se anime a trabajar desde el psicoanálisis y otros saberes los temas propuestos tanto como otros que no dejan de surgir.
[1] CARPINTERO, Enrique Spinoza: la prudencia de una razón apasionada. En Revista |Topia Mayo / 2002. https://www.topia.com.ar/articulos/spinoza-la-prudencia-de-una-raz%C3%B3n-apasionada
[2] RODULFO, Ricardo. Conversando con Ricardo Rodulfo. Revista digital Diagnosis. http://www.revistadiagnosis.org.ar/12.2/item/34
[3] VARELA, Cristian. Institución de la Ternura. Texto publicado en Página 12. Cristian Varela es Profesor de psicología institucional en la UBA, en la Universidad de Lanús y en la Universidad París 8. Texto extractado del trabajo “Los pasos de Ulloa”, incluido en el libro Pensando Ulloa, por Beatriz Taber y Carlos Altschul (comp.), ediciones Del Zorzal.
[4] YAFAR, Raúl Crueldad y ternura.